Miércoles 2 de Abril de 2025.
Por Bernardita Ried Guachalla, Stanford University.
Son múltiples las voces de la comunidad científica que se han alzado para rechazar el propuesto proyecto INNA de AES Andes. Instituciones como el Observatorio Europeo Austral (ESO) y la Sociedad Chilena de Astronomía (SOCHIAS), del que su trabajo se basa en el desarrollo de tecnología de vanguardia y la innovación, han redactado declaraciones [1, 2, 3] enumerando las falencias de INNA y el desastroso impacto que tendría en los observatorios Very Large Telescope (VLT), Extremely Large Telescope (ELT) y Cherenkov Telescope Array (CTAO). En particular, el reciente informe redactado por la ESO, destaca la inevitable contaminación lumínica, las turbulencias atmosféricas que impactarían la óptica de los telescopios, así como el polvo y las vibraciones del suelo.
Un aspecto menos resaltado, pero igualmente importante, es la repercusión negativa en las presentes y futuras relaciones internacionales en la astronomía y en las colaboraciones de las que participan cientos de científicos chilenos. La cancillería ha recordado que Chile está comprometido internacionalmente con proteger los cielos para que esta ciencia, la cual está restringida a muy pocos lugares en el mundo, se practique bajo las mejores condiciones posibles. El proyecto INNA no solo pone en peligro el trabajo de los científicos chilenos, quienes tenemos el privilegio de acceder a los mejores instrumentos del mundo, sino que también amenaza el avance de la astronomía mundial.
Ningún observatorio es mejor que otro y todos nos sirven cuando se hila el conocimiento otorgado por la astronomía. Las diferentes frecuencias de luz que estos captan permiten resolver enigmas de objetos tan diversos como los exoplanetas o el origen de nuestro universo. Al combinar los datos obtenidos de diversos telescopios, obtenemos aún más información de los astros. Cuando un observatorio se ve afectado negativamente, es muy probable que la ciencia realizada incluso en otros observatorios también se vea perjudicada. Esto es especialmente relevante cuando se proponen megaproyectos astronómicos, ya que uno de los factores clave en su viabilidad es la existencia de otros observatorios en el mismo territorio. Es hoy cuando se discuten los telescopios que estarán operativos en nuestro país en 20 años más.
Por lo tanto, no solo se ve afectado el trabajo de los astrónomos chilenos por la contaminación lumínica, sino también el de nuestros colaboradores y el de toda la comunidad astronómica mundial. La astronomía está profundamente interconectada, y así, se comprende el por qué de su extensa preocupación. A nivel nacional, se han afianzado colaboraciones internacionales entre las instituciones que poseen telescopios en Chile [4, 5] que han permitido el desarrollo, la inversión y el posicionamiento de los astrónomos chilenos en el panorama científico mundial.
Entre los meses de febrero y marzo de 2025, contacté a cientos de mis colegas y, ellos a su vez a los suyos, logrando recoger más de 3.300 firmas de astrónomos de diversas partes del mundo. Estos astrónomos exigen a las autoridades chilenas un pronunciamiento claro para salvaguardar el patrimonio astronómico de Chile. Entre los firmantes se incluyen el profesor Michel Mayor, Premio Nobel de Física en 2019, más de 50 directores de observatorios y centros astronómicos (como los observatorios Cherenkov Telescope Array y Gran Telescopio de Canarias, así como centros como el Max Planck Institute for Astronomy, Max-Planck-Institute for Extraterrestrial Physics y Niels Bohr Institute), más de 700 académicos (incluyendo de universidades prestigiosas como Harvard, Stanford, Oxford, Cambridge, ETH Zürich, entre otras), más de 1.400 investigadores y más de 800 estudiantes (tanto de posgrado como de pregrado) de todo el mundo, además de diversas instituciones relacionadas con el ámbito astronómico. El texto firmado es el siguiente:
En el documento adjunto se encuentra un link que direcciona a la carta original en inglés, así como el listado de los firmantes.
Este logro ha sido posible gracias a la estrecha conexión de la comunidad astronómica mundial y la coordinación que existe entre las diversas colaboraciones científicas. Destruir los observatorios sería una forma de evaporar las relaciones internacionales científicas que han brindado enormes beneficios a Chile; relaciones que se evidencian en la diversidad de firmantes.